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La rentabilidad del bienestar compartido para las Organizaciones




Sin duda que desde inicios de marzo, cuando en nuestro país se confirmaron los primeros casos de personas contagiadas con Covid 19, la vida en Chile cambió. Tal como había sucedido en otras urbes del mundo, se apoderó de nosotros una sombra de gran incertidumbre, un estado de ánimo que combinaba fragilidad y miedo. Sin embargo esta falta de certeza e intranquilidad, ya nos rondaba como sociedad desde hace un tiempo, aún cuando para muchos puede haber resultado imperceptible.


Toda nuestra fragilidad y ese miedo se hicieron evidentes en octubre pasado con el estallido social. Fue así como surgió la violencia, la frustración, la rabia, el asombro, las divisiones y un temor enorme, que fue quedándose entre nosotros, dejándonos en medio de una nube de incertidumbre ante el futuro. De la mano de esa falta de certeza, aparecieron las preguntas, un cuestionamiento que nos hizo mirar a nuestra sociedad rota, haciendo surgir como imperativo la búsqueda de una cura, el deseo de construir un país que lograra avanzar hacia una mayor igualdad, y un acuerdo social, que nos hiciera avanzar con un énfasis especial en los grupos mas postergados, reparando las equivocaciones de un modelo que ha seguido postergando el real bienestar de las personas.


En ese contexto de temor y cuestionamiento iniciamos el año, pero a poco andar desembarcó la amenaza de la pandemia, la que ha potenciado el miedo y la intranquilidad, como si también se tratase de una enfermedad contagiosa. La sociedad chilena ya estaba enferma, y el coronavirus sólo ha hecho más complejo nuestro pronóstico.


Hoy en día nuestros temores son diversos, no solo nos intranquiliza la posibilidad de enfermar o morir, sino que también nos asusta pensar ¿cómo seguirá siendo nuestra vida en el corto y mediano plazo? Nos preguntamos si tendremos trabajo, cuánto disminuirán nuestros ingresos en los próximos meses, incluso muchos se inquietarán al no poder saber cómo “pararán la olla al día siguiente”. En definitiva nos preguntamos si seremos capaces de habitar y sobrevivir en un país en recesión e inserto en una crisis mundial, que especialistas de todas las disciplinas nos anuncian.


Es así como la sensación de inestabilidad y vulnerabilidad, ha teñido la visión de futuro de muchos chilenos y chilenas de colores sombríos, presentando un escenario oscuro que nos evoca con mayor fuerza el miedo, una emoción que en su máxima expresión puede paralizarnos, dejándonos sin capacidad de reacción o que también puede generar en nosotros reacciones impulsivas y desmedidas, en cualquiera de dichos escenarios estaremos en peligro.


Nuestras autoridades han generado una serie de medidas para atenuar los efectos de esta crisis, ¿son suficientes?, ¿son las más adecuadas?, ¿responden en tiempo a lo que las personas necesitan? El propósito de estas medidas es resguardar la salud, cuidar la economía, mantener los empleos, la viabilidad de las empresas, la seguridad de las personas y por cierto la vida de cada uno de los chilenos y chilenas. La clase política, los presidentes de gremios y los actores relevantes de distintos círculos y disciplinas debaten los aciertos y desaciertos de las medidas, la mayor parte del tiempo cuestionando no solo la iniciativa, o acción, sino también la intención que la sostiene. Este debate de cara a la ciudadanía no hace sino intensificar el miedo, haciéndolo más peligroso. Así sucedió con la promulgación de la Ley de protección al empleo, especialmente porque en su aplicación, se perciben intereses que benefician más a unos que a otros y donde parte de ese beneficio parece llegar no siempre a las manos de quien más lo necesita.


En este escenario, el miedo al futuro se ve potenciado con la aparición de la desconfianza, el temor al otro, y a sus intensiones. Se promueve y refuerza la creencia de que vivimos rodeados de adversarios, que aún en estas circunstancias buscan resguardar su tajada, su interés, su propio bolsillo, incapaces de privilegiar el bien común, lo que ya habíamos debatido en octubre del 2019.



¿De qué manera nuestra sociedad, los líderes y los ciudadanos podemos aprender de las experiencias pasadas y salir de esta crisis fortalecidos, siendo capaces de navegar por aguas turbulentas que nos acompañaran seguramente por varios meses, o incluso años?

¿Cómo dejar atrás estrategias individualistas que nos separan y que solo potencian la competencia y la visión del otro como alguien a quien debo vencer?

La invitación es a plantearnos esta pregunta desde la vereda del bienestar, pero del bienestar compartido donde cada individuo es valioso, necesario y legítimo.


Hoy más que nunca necesitamos pensar en conjunto, identificar las mejores medidas e implementarlas, pensando no solo en las propias necesidades, como dijo Maturana en una entrevista reciente debemos "dejar de competir para colaborar”. Necesitamos querer avanzar juntos en esto, codo a codo, sin buscar sacar ventajas o dividendos por sobre otros. Quizás nos tocara ceder y postergar el beneficio individual en pro del bienestar colectivo, sentirnos acompañados, apoyados y fortalecidos mutuamente, de esta manera se aliviará la carga de muchos y nos ayudará a distribuir el peso de la incertidumbre, sabiendo que contamos con el respaldo y apoyo genuino de otros.


Las personas podrán dejar de mirarse con temor y revanchismo y esto dará fuerza al deseo de cooperar, porque el bienestar no es real y duradero si no es compartido.



Si nos preguntamos hoy en día como podemos articular un proceso de cambio que nos lleve del individualismo a la colaboración, podemos pensar en cómo las organizaciones enfrentan los procesos de cambio. Surgen así dos fuerzas movilizadoras, una de ellas es la tensión o la urgencia ante el riesgo y la segunda fuerza de cambio es la convicción. La primera muchas veces obedece en el ámbito de las empresas a razones financieras, mientras la convicción es una fuerza mucho más permanente, porque responde a las creencias y valores mas arraigados en los líderes, son las directrices que orientan sus decisiones y que sin duda influyen en la comunidad que conforman.


Necesitamos generar convicción en las personas, las organizaciones y los líderes, esto es fundamental en este tiempo y en la mirada con la que queremos construir el futuro.


En estos últimos días llegó a mis manos una iniciativa que celebro con vigor, se trata de un conjunto de decisiones comunicadas a través de una carta abierta de un importante grupo de empresas, la cual los invito a leer en detalle (www.laotrautilidad.patio.cl) . En ella plantean cual es la convicción desde la que abordarán la crisis, cual es su mirada, donde está la verdadera utilidad.....la rentabilidad que en este contexto adverso han decidido alcanzar. Mi genuino reconocimiento y admiración a ésta y a todas las iniciativas que ponen al centro, el valor de las personas y del bienestar compartido.



Muchas veces resulta difícil hablar de bienestar en las organizaciones y como Instituto del Bienestar hemos querido atrevernos y estamos convencidos de que no solo es posible, sino ético y humano.


Seamos protagonistas en nuestras organizaciones, permitamos que la convicción por el bienestar y el valor por lo humano lleguen a cada uno de los espacios que habitamos.

Lorena Zamora A.

Directora Instituto del Bienestar

Líder del área Trabajo y Organizaciones

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